Trump no va a cambiar
Ojo Global Noticias/AP
Donald Trump no va a cambiar. Él podría rodearse de nuevos colaboradores e incluso escuchar sus consejos por un rato. Podría atenerse a un mensaje más preparado y comedido si parece que da resultado, pero siempre será alguien que no puede hacer de lado un resentimiento, ya sea con un juez que falló en su contra o un padre cuyo hijo murió combatiendo por Estados Unidos.
Siempre será el tipo que avergonzó a una joven reina de belleza por su peso y entonces defendió sus comentarios dos décadas más tarde cuando Hillary Clinton los mencionó en un debate. Es el hombre que el viernes — cuando faltan apenas 38 días para las elecciones — incrementó sus críticas personales a la ex Miss Universo Alicia Machado con una diatriba en Twitter.
«¿Ayudó la corrupta Hillary a la asquerosa (vean su video sexual y su pasado) Alicia M a hacerse ciudadana estadounidense para usarla en el debate?», escribió Trump en un mensaje.
Algunos votantes pudieran aplaudir la actitud de Trump. Algunos pudieran preferir su terca negativa a censurarse y suficientes votantes pudieran al final elegirle presidente, pero el patrón de Trump de conducta áspera y desagradable le ha hecho sumamente impopular entre muchos estadounidenses, especialmente mujeres y minorías, que tienen influencia significativa en las elecciones presidenciales. Si Trump gana en noviembre, va a tener que encontrar una forma de liderar un país donde muchos piensan que él es racista, sexista y poco civilizado.
La mayoría de los líderes republicanos abandonaron hace tiempo la esperanza de que Trump vaya a convertirse en un político más aceptable en las elecciones generales, pero aun así han encontrado formas de racionalizar su respaldo, de ignorar sus comentarios más volátiles y ofensivos.
Algunos republicanos albergan esperanzas de que si Trump es elegido presidente, se rodeará de expertos de calidad que guíen sus decisiones. El presidente de la Cámara de Representantes Paul Ryan y el senador Ted Cruz, ambos con aspiraciones a la Casa Blanca, argumentan que una presidencia de Trump les daría al menos la oportunidad de implementar leyes conservadoras, mientras que una presidencia de Clinton sería solamente un obstáculo impenetrable.
Sin embargo, los republicanos temen también que la capacidad de Clinton de exasperar a Trump haya dado una guía que algunos líderes mundiales —como el presidente ruso Vladimir Putin— podrían usar para tratar de desequilibrarlo. Tampoco deben albergar ilusiones de que el empresario podría controlar su conducta beligerante y evitar ofender a muchos estadounidenses.
Los decenios de Trump en la palestra pública están cargados de ejemplos de eternos resentimientos con asociados de negocios y comentarios negativos contra las mujeres. Uno de sus primeros pasos tras asegurarse la nominación republicana fue iniciar una disputa con el juez federal Gonzalo Curiel, al decir que su ascendencia mexicana le hacía estar prejuiciado contra Trump en una causa legal.
Trump emergió de la convención republicana este verano trabado en una pelea con Khizr Khan, un musulmán estadounidense cuyo hijo murió en Irak sirviendo en el ejército estadounidense.
La última controversia se produjo en un momento crítico, en el debate presidencial, delante de una teleaudiencia de 84 millones de personas y con las votaciones por correo ya en curso en algunos estados.
Trump pasó trabajos el lunes para lidiar con críticas de Clinton a los comentarios que él hizo sobre Machado hace dos décadas. Cuando Clinton le acusó de llamar a la ex Miss Universo «Miss Piggy» (Señorita Cerdita), él dijo: «¿Dónde viste eso?».
En lugar de dejar pasar el asunto, Trump trató de defenderse la mañana siguiente, al parecer inconsciente de lo ofensivo de sus comentarios.
«Ella ganó una cantidad enorme de peso», dijo Trump, que era dueño del concurso cuando Machado fue coronada. «Fue un verdadero problema».
Seguramente Trump estaba al tanto para el final de esta semana de que sus críticas a Machado arriesgaban con dañar su campaña y dar a Clinton más argumentos para decir que él es demasiado susceptible para ser comandante en jefe.
Eso hizo que su decisión de mantener viva la controversia el viernes y de denigrar aún más a Machado fuera más desconcertante.
Los asesores de Clinton apenas pueden creer su buena fortuna en momentos en que la contienda está en la recta final. La demócrata se ha visto lastrada por décadas de sus propios problemas y ha pasado trabajo para persuadir a votantes de que es honesta y confiable. La competencia ha sido más apretada que lo que muchos esperaban.
Sin embargo, en el centro de los argumentos de Clinton contra Trump está el hecho de que el republicano reacciona demasiado abruptamente para estar en la Casa Blanca. Cuando faltan apenas cinco semanas para las elecciones, Trump le está dando más evidencia.