El sueño americano pasa factura a las personas mayores

Ojo Global Noticias/AP

 

CHICAGO  — La imagen era impresionante. Una fotografía en la que un hombre de 89 años empujaba con dificultad un carrito en el que vendía helados.

 

Fidencio Sánchez trabajaba largas jornadas todos los días porque no podía darse el lujo de retirarse. La fotografía y la historia de esa persona se hicieron virales en internet y miles de personas donaron más de 384.000 dólares para que dejara de trabajar.

 

Su historia es una ventana hacia una realidad oscura: muchos trabajadores de bajos ingresos dicen que no están en condiciones para dejar de trabajar.

 

Como no tiene dinero ahorrado para su retiro, Gwen Strowbridge, de 71 años, de Deerfield, Florida, tiene pensado continuar laborando hasta que le sea imposible hacerlo físicamente.

 

«No puedo ver el retiro en el futuro. Dejaré de trabajar si mi salud ya no me lo permite», afirmo Strowbridge, quien labora seis días a la semana cuidando a una mujer de 100 años en Florida.

 

Según diversos estudios, aproximadamente un tercio de los trabajadores de bajos ingresos como Strowbridge afirman que jamás podrán retirarse. El problema es particularmente agudo entre las mujeres de grupos minoritarios.

 

De acuerdo con un estudio de The Associated Press-Centro NORC para Investigaciones de Asuntos Públicos, un 25% de los trabajadores de al menos 50 años afirman que no podrán retirarse. Entre quienes ganan menos de 50.000 dólares anuales, la cifra alcanza 33%.

 

En su primer empleo en la década de 1960, Strowbridge ganaba 98 centavos la hora y desde entonces quedó confinada en diversos empleos de bajos ingresos durante cinco décadas.

 

La mujer crio tres hijos con su esposo, Roy, encargado de un embarcadero que bajaba carga de los buques. La pareja se vio en la necesidad de utilizar el poco dinero que había ahorrado para su retiro a fin de atender problemas médicos familiares.

 

Strowbridge dejó de trabajar por breve tiempo después de que cumpliera 63 años para cuidar a su esposo, a quien habían sometido una cirugía de puente coronario cuádruple. Las prestaciones del Seguro Social de ambos fueron insuficientes para cubrir los gastos médicos, el alquiler, la luz, el agua y los alimentos. Cuando falleció su esposo, ella regresó a trabajar.

 

Jacquelyn B. James, codirectora del Centro sobre Envejecimiento y Trabajo del Boston College, dijo que es común que las personas de bajos ingresos se mantengan trabajando sin ningún plan para su retiro.

 

«Es muy fácil que ellos digan ‘trabajaré para siempre’ pero pasan cosas», dijo James. Entre ellas, problemas de salud.

 

Un informe que emitió en 2016 el Instituto Nacional sobre Seguridad para el Retiro mostró que muchas mujeres negras, hispanas y asiáticas tienen que trabajar más allá de la edad oficial de retiro para que les sea posible cubrir sus gastos elementales. Y era 80% más probable que las mujeres vivieran en la pobreza en comparación con los hombres.

 

La investigación mostró que para los hombres de 70 a 74 años, aproximadamente 19% de sus ingresos provenía de un sueldo. Para las mujeres, 15%.

 

«Nunca pude ahorrar nada en un banco porque siempre he tenido poca paga», declaró Strowbridge. «Simplemente no gané lo suficiente para ahorrarlo».

 

La situación financiera de Januario Salgado se asemeja a la de Strowbridge. Jamás ahorró para su retiro. Tiene 64 años y no tiene previsto retirarse. Trabaja 10 horas al día seis días a la semana en una tienda de comestibles en un suburbio en las afueras de Chicago.

 

«No pude ahorrar», dijo Salgado. «Trabajé mucho para ayudar a mi familia. Solía enviar dinero a mis papás en México».

 

Aunque cuidar a los padres viejos es una norma en la cultura mexicana, muchos de los hijos no creen que eso sea su responsabilidad, señaló Salgado, quien llegó a Estados Unidos hace 40 años. Sus hijos figuran entre ese tipo de personas.

 

Salgado tiene previsto comenzar a cobrar prestaciones del Seguro Social cuando cumpla 65 años, pero continuará trabajando mientras esté en condiciones físicas de hacerlo. No quiere convertirse en una carga para sus hijos.

 

Para Esther Bolaños, de 64 años, la situación es incluso más difícil. Como empleada doméstica no ha logrado ahorrar dinero para su retiro, situación que se suma a otros inconvenientes.

 

Bolaños no podrá recibir prestaciones del Seguro Social porque no tiene regularizada su permanencia en Estados Unidos.

 

«Me da tristeza pensar en mi situación. Me vi obligada a cerrar mi negocio y dejar la estabilidad económica que tenía en mi país para venir aquí», señaló Bolaños. «Dejé todo atrás debido a la violencia».

 

Bolaños era la dueña de una exitosa fábrica de queso en la Ciudad de México, pero ese progreso la convirtió en víctima, agregó.

 

Su esposo fue asesinado y a ella la robaron en dos ocasiones a punta de pistola. Después del último asalto, ella decidió emigrar hacia el norte.

 

«Le dije a mi hija: ‘te voy a llevar a un lugar seguro'» aun si tengo que trabajar limpiando casas, afirmó.

 

Si Bolaños hubiera permanecido en la Ciudad de México ya estaría jubilada. Pero ahora que está en Estados Unidos no cree que algún día pueda dejar de trabajar.

 

«No pienso en el retiro», apuntó. «Pienso en cómo me va a ir si me enfermo».

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NOTA DEL EDITOR: Maria Ines Zamudio estudia asuntos de envejecimiento y trabajo como parte de una beca de 10 meses en The Associated Press-Centro NORC para Investigaciones de Asuntos Públicos, que combina las investigaciones independientes de NORC y el periodismo de la AP. La beca es financiada por la Fundación Alfred P. Sloan.

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