Shimon Peres, el último halcón patriarca

 

Por Frank López Ballesteros

 

Ojo Global Noticias

 

De Shimon Peres son muchas las cosas que en la historia se escribió y recordará. No dudo que se viera a sí mismo, más que como un político, como un filósofo y estadista, porque a su edad cada afirmación que prodigaba era una lección. Un proverbio judío dice que cada palabra vino a la Tierra a cumplir su significado, y eso él lo supo bastante bien.

 

Era obvio que para una persona de su edad, 93 años hasta este miércoles 28 de septiembre, sería difícil salir adelante de los males que lo aquejaron las últimas semanas.

 

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Peres fue operado recientemente para colocársele un marcapasos (AP)

 

No me atreví en lo absoluto a preparar un obituario porque sentí que era apresurado hablar de su muerte. Es esa obsesión humana de no querer reconocer lo innegociable de la naturaleza: nacer, crecer y morir.

 

Tristemente llegó la noticia luego de servir a lo largo de 65 años en doce gobiernos de Israel y ser un referente universal, se quiera o no.

 

Peres terminó siendo el ejemplo entre estadista, político y hasta promotor de las nuevas tecnologías, porque pocos como él las entendía como herramientas para la paz y el progreso.

 

Creo que era por ese esquivo detalle, la edad, la razón por la que valoraba como nadie los avances de la ciencia: sabía lo complejo de la evolución, soñó con esas cosas y ahora estaban.

 

Cuando hablé con los israelíes de Jerusalén, Kfar Saba o Tel Aviv, en mi visita al país, no hubo nadie, en ningún rincón, que frunciera el ceño, dijera una mala palabra o lapidara la figura de Peres.

 

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Una veintena de líderes mundiales asistirán al funeral de Estado (AP)

 

Para una nación como Israel donde no hay héroes galopando sobre indómitos caballos, o con poses exultantes de próceres en grandes retratados sobre marcos dorados, los héroes se construyen a diario: son los que supervivieron al exterminio de la II Guerra Mundial, son sus científicos, sus militares ,su gente, y como Peres, el último de los fundadores del Estado judío con vida, el respeto era más que explicable.

 

Una historia eterna
Nacido como Shimon Persky en agosto de 1923 en Polonia, migró a la Palestina británica en 1934 junto a su familia y en 1947 comenzó a trabajar en Hagana, la fuerza que precedió al Ejército israelí.

 

Como miles de judíos perdió a parte de su familia en el Holocausto de los nazis, y aquella barbarie se convirtió en un referente para luchar hasta hace poco días por mantener viva la llama de Israel como nación de los judíos.

 

Por su visión, su capacidad de hacer política en la luz y la sombra, entre cualquier bando, y sobre cualquiera, fue artífice junto a su mentor, David Ben-Gurion, de la fundación del Estado de Israel, en 1948. La incomodidad, el pesar y la duda de esta nación al ver a su último gran padre desaparecer es más que comprensible.

 

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Las banderas a media asta en Israel en señal de duelo (AP)

 

“De mi experiencia he aprendido que más que el liderazgo cambia la realidad, la realidad cambia el liderazgo. La realidad no tiene vocero, pero tiene órganos, dinámica, se mueve, influye, también cuando es muda”, me dijo en una entrevista que le hice en Jerusalén en noviembre de 2013, cuando aún ocupaba el cargo de Presidente de Israel a los 90 años.

 

Hasta la historia del apellido de Peres resultó curiosa, un patronímico acertado. Leí hace poco que fue durante una misión que le encomendó Ben-Gurion, en 1948, cuando un amigo vio un nido de águilas, peres en hebreo. “Persky”, le dijo, “¿por qué no cambias tu apellido a Peres?”. Aceptó la sugerencia aunque, en realidad, el ave que vieron era más un buitre que un águila, contaba Marilyn Berger en The New York Times.

 

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Shimon Peres ocupó distintos cargos en la política de Israel (AP)

 

El problema de hablar de un “hombre de paz” en una región tan convulsa como Medio Oriente es que se torna polémica y hasta hostil la explicación, porque el incordio para relativizar lo que en verdad es más odio que otra cosa de un grueso de árabes contra los judíos, es que ha sido necesaria la guerra para llegar a la paz, y de eso supo bastante Peres.

 

 

“Cada negociación para la paz inicia con una realidad de guerra o no paz”, sentenció en aquella entrevista. “Paz hay que hacer con los enemigos, así que lo que sabemos es que tenemos enemigos y la idea es transformar esos enemigos en amigos”, soltó el político cuando le pregunté la razón de tantas guerras en Medio Oriente.

 

 

Sus primeros años en la política de Israel como nación de los judíos comenzó por el Ministerio de Defensa, donde en un cargo clave como director fue artífice de blindar a su país frente a la amenaza regional en la que estaba, está y estará.

 

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Peres con el expresidente de EEUU Ronald Reagan (AP)

 

Su trabajo se vio facilitado por la construcción de sólidos lazos con los gobiernos de Alemania, Francia y Estados Unidos, visto al final como el arquitecto del programa nuclear de Israel en los años 50.

 

El pasillo que conducía al despacho de Peres en la Presidencia, estaba decorado con retratos de su historia personal; la historia de Medio Oriente. Un cuadro sobresalía entre una decena, y es donde podía vérsele entonces como ministro de Exteriores, estampando su firma en un acto en los jardines de la Casa Blanca para dar vida, en 1993, a los Acuerdos de Oslo, pilares del proceso negociador con los palestinos.

 

 

Aquello le valió en 1994 el premio Nobel de la Paz junto al primer ministro israelí, Yitzhak Rabin, y el líder de la Autoridad Nacional Palestina, Yasser Arafat. El posterior asesinato de Rabin en 1995 le llevaría a ocupar al año siguiente el cargo premier, donde entre pugnas de poder, alzamientos y una Intifada, su figura como político se vio socavada.

 

Los Acuerdos de Oslo están hoy prácticamente muertos. Peres lo sabía, consciente  también, del peso que tiene el odio visceral entre muchos sectores que no se atreven a sentarse a negociar y se declaran la destrucción mutua por preceptos religiosos y el fanatismo.

 

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Obama (centro) con Peres y el premier israelí Benjamin Netanyahu (AP)

 

A los 90 años que tenía Peres cuando lo conocí, me sorprendió la fuerza física y energía que emanaba. Su capacidad de hilar y recordar las cosas dejaba al descubierto un hombre lúcido que quería seguir trabajando, y así hizo hasta el último día que su cuerpo no pudo más.

 

 

Su obsesión en estos tiempos era que la tecnología sirviera para la evolución y los líderes supieran utilizarla para generar progreso. Por ello siempre se abocó a la expansión de Israel en este campo, porque un líder con buenas herramientas y voluntad puede construir grandes naciones.

 

 

“Medio Oriente hoy está dividido entre la antigua generación y la joven generación de la ciencia, la tecnología, Facebook. La antigua generación no tiene ninguna visión de cómo salir de la crisis económica y social. Es fuerte en todo lo que es organización, pero débil en lo que son soluciones”, explicaba en aquella conversación en su despacho.

 

 

«Cuando viene una persona joven y me pregunta cómo ser un líder, le digo, no hace falta líderes, los pueblos no quieren caudillos, lo que necesitan es buena voluntad. Si quieres sé un servidor público, pero no un caudillo», me respondió Peres cuando le pregunté sobre el poder y hasta dónde es capaz de llegar alguien por él.

 

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Miembros de la guardia de la Knesset (Parlamento) cargan el ataúd del expresidente (AP)

 

Las águilas tienen la capacidad extraordinaria de luchar contra sus propias reglas en el más estricto código de la naturaleza animal. Por eso quizá sea el ave que más vive dentro de su especie. Viajan largas distancias, ven más allá de lo evidente, y, sobre todo, saben aprovechar las circunstancias para conseguir lo que desean.

 

Si como las águilas con sus largos vuelos, se ha ido para siempre una figura de la historia, dejando el recuerdo de un estadista que hizo la paz entre la guerra, y supo que cada palabra cumple su significado, las de él ahora son universales.

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