¿Por qué fracasa la oposición en Venezuela?
ANÁLISIS SEMANAL
OJO GLOBAL NOTICIAS
Para responder esta interrogante, hay que analizar una serie de hechos que ocurrieron, sobre todo, en la era post Chávez, cuando las fuerzas democráticas han tenido muchas oportunidades de hacerse del poder, pero en no muy pocas ocasiones se dejaron de cometer errores políticos que los separó del pueblo. Por esto una gran mayoría de ciudadanos sienten que no son verdaderas opciones de cambio por sus torpezas individualistas.
La Mesa de la Unidad Democrática (MUD), que es la alianza que agrupa a los partidos y movimientos opositores, lo primero que debe hacer es reconocer a su adversario político como lo que es. El gobierno del presidente Nicolás Maduro es una dictadura elitista, donde el poder se concentra en unos pocos políticos junto con militares corruptos que convirtieron a Venezuela en un narco-puerto para el Caribe y a expensas de sostener su estatus de vida, no les importa controlar un Estado casi fallido a merced del hambre, la miseria y la represión.
Partiendo de esta premisa lo único que usted puede concluir es que la oposición venezolana se enfrenta a un régimen tramposo, que hace con las leyes lo mismo que el cerdo Blanquillo en la famosa novela de George Orwell “La rebelión de la Granja”, es decir, adaptarlas, modificarlas y reescribirlas sobre la base de lo que le conviene en el momento político en curso. A esto súmele el fanatismo y cinismo de los poderes públicos en manos del chavismo-madurismo, como el Consejo Nacional Electoral (CNE), la Defensoría del Pueblo y el Tribunal Supremo de Justicia, todos cuestionados porque sus representantes militan directamente en el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), que es la organización política del gobierno.
La oposición venezolana después de la muerte del presidente Hugo Chávez ha cometido errores colectivos e individuales por su dispersión e individualismo. La elección de Jesús “Chuo” Torrealba cómo Secretario General de la MUD fue un movimiento acertado, pero una sola piedra no hace montañas y el error fundamental de los que se hacen llamar “las fuerzas democráticas” es sin duda su desconexión popular.
Líderes opositores no acompañan a los estudiantes
El 4 de febrero de 2014 se originó un levantamiento estudiantil en el estado Táchira, al suroeste de Venezuela, producto de la inseguridad, escasez y la mala política del Gobierno. Encendida la caldera, otras ciudades se unirían a los reclamos y violencia exacerbada que sufre en general el país.
El 12 de febrero de 2014, los líderes opositores Antonio Ledezma, María Corina Machado y Leopoldo López, convocaron una manifestación en Caracas que termina con muertes, violencias en las calles y un número elevado de detenidos. La oposición llegó a hablar de 150 arrestos solo ese día.
En respuesta a lo que ocurre, los estudiantes y la sociedad en general desde diferentes partes de Venezuela, se unen a los reclamos en contra de Maduro y su ministro de Interior y Justicia, Miguel Rodríguez Torres, a quien acusaban de iniciar una brutal represión contra las manifestaciones. El hecho de que los detenidos fueran torturados en las cárceles, como evidenció un cúmulo de pruebas, generó un fuerte revuelo en la comunidad internacional, la cual comenzó a ejercer presión.
Al ver que la situación se agravaba con el pasar de los días, se convoca un diálogo en donde los cancilleres de Colombia (María Ángela Holguín), Ecuador (Ricardo Patiño) y otros países de la Unasur, así como el Nuncio Apostólico, sirvieron de mediadores entre el oficialismo y la oposición, pero el resultado es que los detractores de Maduro incurren en el error de asistir al encuentro sin que las garantías solicitadas al gobierno, como cesar la represión y liberar a todos los jóvenes detenidos de inmediato, se cumplieran.
El debate se televisa y Andrés Velázquez, un veterano diputado opositor y excandidato presidencial, da en el clavo al preguntarse públicamente las razones por las que ningún representante estudiantil estaba en la mesa, ya que ellos fueron quienes dieron la pelea en las calles al exigir derechos y denunciar la actuación de los cuerpos policiales y paramilitares (colectivos) fieles al Gobierno.
El resultado de las cinco horas de debate televisado, en cadena nacional, fue lavarle la cara al gobierno de Nicolás Maduro ante la comunidad internacional para hacerlo ver como un pacifista que repudiaba la violencia. Al final las protestas perdieron fuerza, y los resultados fueron 44 muertos, 1.624 detenidos y 87 casos de tortura denunciados, según los datos de la MUD.
Con la fuerza popular que había en ese entonces, la oposición optó por desconectarse, no seguir a los estudiantes e ir a un diálogo donde no eran los legítimos representantes, y, sobre todo, abandonar a los jóvenes a su suerte.
Los líderes no supieron capitalizar el gran movimiento social que se había originado en contra del gobierno de Maduro ni tampoco guiarlo, el único que estuvo al frente fue el líder del partido Voluntad Popular, Leopoldo López, quién ahora está preso por razones políticas en la cárcel militar de Ramo Verde.
La idea no era una salida violenta, pero si presionar al Gobierno para que cambiara las medidas absurdas que llevaban al país al despeñadero donde se encuentra ahora. La presión popular se había conseguido no por convocatoria, sino por los problemas que aquejaban a los venezolanos, nadie quería repetir los hechos de abril de 2002, cuando el golpe de Estado contra Chávez generó un vacío de poder ensombrecido por violencia y saqueos, en cambio si se podía convocar un gran movimiento de todos los sectores junto con los estudiantes para demandar un nuevo rumbo.
En ese escenario el régimen hubiera tenido que irremediablemente negociar por presión interna y externa, y las fuerzas democráticas al capitalizar el descontento con la fuerza de calle, hubiesen cambiado la historia. La imagen internacional del gobierno de Maduro finalmente se había caído, el error de los opositores que fueron a esa mesa de diálogo fue mantener la institucionalidad de un Estado que no tenía ninguna justificación de reprimir a su pueblo como lo había hecho. Nunca sabremos si de esa gran manifestación se pudo conseguir algún cambio para que Venezuela no estuviera en las condiciones de hoy día.
El Parlamento ingenuo
Producto del colapso económico y social que asfixia al país, la oposición gana las elecciones parlamentarias el 6 de diciembre de 2015, con una abrumadora mayoría, pero dos días antes el ex presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, junto con la mayoría del gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) que controlaba la Asamblea Nacional, designan a los nuevos magistrados del Tribunal Supremo de Justicia.
Como consecuencia todas las decisiones y leyes que discute y promulga el Parlamento en manos de la oposición, sino no son convenientes al Gobierno, han quedado nulas y sin efecto. La Asamblea Nacional flota como un ente casi inútil en ayudar a la resolución de los problemas de los venezolanos. Como una muestra de ese desconocimiento de autoridad, la nueva mayoría legislativa no logró que ministros acusados de corrupción respondieran públicamente por sus gestiones a través de interpelaciones, tal como demanda la ley.
Las actuaciones del Tribunal Supremo de Justicia, no son más que un adefesio jurídico al vetar cada cosa que hace el Parlamento, pero en dictadura todo es posible. Lo primero que debió hacer el nuevo legislativo, fue declararse en sesión permanente y cambiar a los magistrados, la Asamblea Nacional tenía el respaldo popular y mediático para lograrlo, luego cumplir con sus promesas y declarar la Ley de Amnistía y a la vez de buscar la salida del régimen de Nicolás Maduro por las vías constitucionales que expresa la carta magna de Venezuela.
La oposición convoca marchas por cualquier situación, pero todo se debe hacer en el momento adecuado, por ejemplo, cuando el régimen madurista incumplió con el mandato popular, allí se debió convocar movilizaciones que acompañaran las leyes que el Parlamento discutía. La nacionalidad del presidente, la corrupción militar, las torturas a los estudiantes detenidos, la vida de los “boliburgueses”, la salud de los venezolanos, y por supuesto el referéndum revocatorio, fueron temas a los que se debió sacar filo por medio de grandes debates públicos.
La consulta cuesta arriba
A principios de año, la oposición venezolana se enfrascó en un debate sobre cuál era el mejor método para salir de Maduro. Sin lograr consenso sobre el tema, los días pasaban, pero desde afectos al Gobierno hasta las voces más radicales dentro de la oposición decían claramente que la única vía legal era el referéndum revocatorio.
Hay que ser objetivo en la labor titánica del excandidato presidencial Henrique Capriles para buscar la consulta, lo lamentable es que al principio nadie lo acompañaba, la Asamblea se encerró en un debate sin sentido sobre cual era el mejor método para sacar a Maduro, cuando ya el Gobierno había mostrado sus garras en no dejar que ninguna iniciativa progresará.
La amenaza de movilizaciones populares y los constantes saqueos en Venezuela, presionaron al CNE a entregar la planilla y convocar el proceso recolección y validación del firmas 1% requerido por la ley para activar la iniciativa.
El Gobierno al verse presionado convoca a los expresidentes Martín Torrijo de Panamá, Leonel Fernández de República Dominicana, y José Luis Rodríguez Zapatero de España para asistir como mediadores en un posible acuerdo con la oposición, pero sus gestiones por no decir que son ya un fracaso, prácticamente no han sido tomados en cuenta debido a que expresaron públicamente que no están de acuerdo con el referéndum revocatorio, lo cual es inaceptable para la dirigencia opositora.
Pero hay algunos personajes de la oposición que sí se han reunido con los mediadores, y otros que hasta sesiones privadas han tenido como lo fue el caso del parlamentario por el partido opositor un Nuevo Tiempo, Timoteo Zambrano, quién después de ser cuestionado por los medios de su país, dejó la gestión para liberación del los presos políticos; hay que destacar que para personas como Leopoldo López, Antonio Ledezma y Manuel Rosales víctimas de la represión, la consulta popular es algo innegociable.
La oposición tiene al pueblo en este momento y a la comunidad internacional en su mayoría, pero ante una dictadura, sin presión popular no se podrá hacer nada, no es cuestión de hacer movilizaciones por solo caminar, sino que al convocarlas debe existir un solo mensaje y un final común.