Esposas enfermas elevan riesgo de divorcio
El 31% de los matrimonios que se divorcian, en el 15% la mujer padecía una enfermedad. Una de las posibles razones de esta diferencia, pudiera ser que cuando las mujeres se enferman puede que su pareja no sepa cumplir el rol de cuidador. A todo lo anterior se le une el cambio en la rutina del marido: se siente agotado físico y emocionalmente: la enfermedad repercute, de forma negativa, en sus actividades de ocio, relaciones sociales, libertad, equilibrio personal, concentración en el trabajo e intimidad.
Ojo Global Noticias.
Por: Victoria González Albanez
Un punto de inflexión en la vida sentimental, que bien puede fortalecer o terminar sellando el final de una relación de pareja, es que uno de ellos padezca una enfermedad. En ese escenario, se teme por los sueños que quedan por cumplir y se vive en una constante confusión.
Esto supone cambiar los roles para adaptarse a la nueva situación. Puede significar que una persona se convierta en el único sostén de la familia, realizar las tareas del miembro que se encuentra afectado por la enfermedad y que los hijos – si los hay – tengan que asumir más responsabilidades.
Para entender toda esta situación, debemos partir del hecho que, en una relación de pareja, cada uno desempeña un papel. Es probable que, la persona sana, adopte un rol “maternal/paternal” entrando en la sobreprotección. Y por su parte, el enfermo, busca constantemente el apoyo del otro, pudiendo a veces adoptar una postura egoísta.
El 31% de los matrimonios que se divorciaron, en el 15% la mujer padecía una enfermedad
Un estudio, con una muestra de 500 pacientes, elaborado por la Universidad de Iowa (EE.UU.) analizó la tasa de divorcios en matrimonios en los que uno de los cónyuges tenía una enfermedad grave, en comparación con aquel que no poseía ese diagnóstico.
Los resultados, de este estudio, publicados en la revista “Journal of Health and Social Behavior”, concluyeron que en los matrimonios en los que a la mujer se le detecta una enfermedad grave, y no al hombre, «existe un 6% más de probabilidades de ruptura con respecto a los matrimonios sanos». Por su parte, no se encontraron diferencias cuando el que enfermaba era el hombre. (Diario El Mundo, España).
Síndrome del Cuidador: el hombre no están preparado para cuidar a las mujer enferma
En esta investigación, realizada por Amelia Karraker, una de las posibles razones de esta diferencia, pudiera ser que cuando las mujeres se enferman puede que su pareja no sepa cumplir el rol de cuidador, por lo que son más propensos a confiar en amigos u otros miembros de la familia para que la cuiden a ella. A todo lo anterior se le une el cambio en la rutina del marido: se siente agotado físico y emocionalmente: la enfermedad repercute, de forma negativa, en sus actividades de ocio, relaciones sociales, libertad, equilibrio personal, concentración en el trabajo e intimidad.
Olga María Vargas, directora del programa de Soporte Oncológico y Cuidados Paliativos de la Clínica Colombia (Colombia). Este fenómeno es conocido como el síndrome del cuidador y afecta doblemente a quien lo padece, porque debe lidiar no solo con su viacrucis sino con el del cónyuge enfermo.
Además, la incidencia de nuevas enfermedades crónicas: cáncer, enfermedad cardíaca y pulmonar y accidente cerebro vascular, han aumentado en el tiempo, sobre todo, en las mujeres, por lo que se ha convertido en un nuevo factor de divorcio.
Cuando una mujer padece un tumor, explica el investigador Marc Chamberlain, director del programa de neuro-oncología de la Alianza del Cuidado del Cáncer en Seattle (EE.UU.), los hombres “pueden ser buenos proveedores en el hogar, pero no están preparados para cuidar a los demás. Si el esposo está asustado o es egoísta y no quiere lidiar con el Cáncer, por ejemplo, éste se aleja. Sin embargo, a veces ellos están dispuestos a acompañarlas en el proceso, pero son las mujeres quienes no se sienten emocionalmente bien con la relación, debido a que la cercanía con la muerte las hace revisar sus prioridades”.
Por su parte, Ramiro Sánchez, mastólogo de la Clínica del Seno en Bogotá, señalo (en febrero de 2013) al diario “Semana” que entre el 10% y 15% de los pacientes que atiende al año, un porcentaje alto, se separa después del diagnóstico. Otro trabajo realizado por Marc Chamberlain y publicado en la revista Cáncer (2009), reveló que el 12% de las relaciones termina en divorcio cuando uno de ellos desarrolla la enfermedad, y en especial, si la padece la mujer.
“La edad también es un factor de riesgo pues mientras más joven sea la pareja es mayor la posibilidad de que termine, en parte porque no hay hijos de por medio y porque la relación todavía no está muy consolidada. No quieren llevar esa carga económica ni social”, afirma Sánchez.
Impacto de la enfermedad en el sexo
El tipo de enfermedad también influye, señaló Sánchez, “una investigación realizada con 215.000 sobrevivientes de Cancer, en Noruega, reveló que el de testículo, el de cérvix y el de mama, en ese orden, elevan el riesgo de que la relación se rompa. La razón es el impacto que tienen en la sexualidad. Hay mujeres a las que se les extirpa un seno y a pesar de que se lo reconstruyan, se les baja la autoestima porque pierden algo de su feminidad y les da temor que sus maridos las vean así.
Marta de la Fuente Lago, psico-oncóloga y psicóloga del Centro Área Humanae de Madrid (España) afirma que: en las personas enfermas que tienen pareja, pueden aparecer pensamientos del tipo: “está conmigo por pena o por obligación”. El miedo a no volver a ser los mismos que eran antes de la enfermedad, hace que muchas mujeres se cuestiones físicamente: “No me veo atractiva, por lo tanto, los demás tampoco lo harán”. Existe el temor de perder su rol como fémina.
Sólo una vez pasado el punto álgido de la enfermedad se empieza de nuevo a prestar atención y a querer recuperar aquellas facetas que se habían dejado de lado, como la parte relacional y sentimental. Pero cuando esto ocurre, resulta muy complicado retomarlas. En contra de lo que se pueda pensar, en el caso de decidir romper la relación, son las mujeres las que suelen dar el paso. Una vez recuperadas, explica Marta de la Fuente Lago, “muchas de ellas se redescubren a sí mismas, no vuelven a ser las que eran y dan importancia a cosas que antes no reclamaban tanta atención: lo que antes no valía nada, ahora vale mucho. Es por eso que, si la relación de pareja ha sido difícil durante la enfermedad y no han encontrado el apoyo suficiente en el otro, deciden romperla y empezar una nueva vida».
Margarita Feyjóo, jefa del servicio de Oncología del Hospital Sanitas La Moraleja en España, afirma que, en algunas enfermedades, por ejemplo: en “determinados tipos de tumores, los tratamientos de quimioterapia pueden producir algunas disfunciones sexuales como bajo deseo sexual, disfunción eréctil y otros problemas. Por eso, en muchas ocasiones se tiende a eliminar y olvidar la parte sexual de la pareja. Sin embargo, una de las claves para el proceso de recuperación, es que se siga teniendo espacios de intimidad. Si se mantienen estos momentos, saldrán reforzada de la enfermedad. Por ello, es muy importante dar más protagonismo y sentido a los besos, a las caricias, a los masajes… Incluso, es una gran oportunidad para retomar y conquistar los detalles olvidados que con el tiempo se han ido dejando a un lado, después de años de relación”
Marc Chamberlain, afirma que “está demostrado científicamente que quien enfrenta la enfermedad en compañía tiene más probabilidades de sobrevivir. Y si una pareja se mantiene unida y atraviesa con éxito una experiencia tan dura, tiene una muestra poderosa de que es un matrimonio sólido”, concluye.
Son muchas las parejas que salen más fortalecidas tras una enfermedad, hay que cuidar – a quien la padece – no solo físicamente, sino emocionalmente. El cuidador no debe dejar sus aficiones o trabajo de lado. También debe dedicar tiempo a sí mismo y a sus amigos. No tratar a la pareja como a un niño, es decir: tratarlo más enfermo de lo que está. Compartir sentimiento relacionados a la situación que se encuentran viviendo: escuchar, comprender y expresar la frustración. Hacer que el enfermo adopte un papel activo en el tratamiento de la enfermedad y no olvidar buscar ayuda externa que permita afrontar el problema.
El tema es que amar supone un acto de generosidad. Amar en la enfermedad implica una transformación en la manera de vivir la relación. El cuidador es tan necesario como el tratamiento.
Es importante tener siempre claro dónde se encuentran los límites de la ayuda y del apoyo emocional que se pueda ofrecer.
Victoria González Albanez es una periodista venezolana experta en comunicaciones corporativas e investigación y redactora para Ojo Global Noticias.