En Afganistán se fabrican bebés.

Ojo Global Noticias.

 

La organización Médicos sin Fronteras (MSF) creó El Khost Maternity Hospital, una especie de milagro en medio de una zona de conflicto, allí se producen 90 partos diarios, una cantidad similar a los del cualquier país desarrollado.

 

Este «fabrica de Bebés como le de dicen los pobladores de cariño, queda a dos pasos de las zonas tribales de Pakistán, en la provincia de Khost.

 

Las carreteras de la zona son peligrosas por la noche, por la presencia de los talibanes y de la red insurgente Haqqani, ambos grupos tienes alcabalas en las zonas, y varias veces hasta se enfrentan entre sí mismos, o contra el ejercito.

 

Abierto a finales de 2012, el Khost Maternity Hospital (KMH) se vio rápidamente desbordado por su capacidad y éxito para los casos complicados.

 

En su primer año completo, 2013, registró casi 12.000 partos.Cuatro años después, en 2017, 23.000. Para 2018, podrían alcanzarse los 24.000, según la doctora Rasha Khoury, ginecóloga palestina y responsable médica del sitio.

 

Con 2.000 nacimientos al mes, en el KMH llegan al mundo casi tantos niños como en la principal clínica de maternidad de Estados Unidos, el Northside Hospital de Atlanta, que registró 27.000 partos en 2016.

 

En comparación, en la clínica de maternidad más grande de Francia metropolitana, en Lille (norte), nacen menos de 500 bebés al mes.

 

eis años después de su fundación, «MSF asegura el 40% de los nacimientos de la provincia», incluyendo un 12% de casos complicados que necesitaron una intervención, para una población estimada de 1,5 millones de habitantes, según Khoury. «Harían falta tres hospitales como el de MSF», indica.

 

La oenegé aporta su apoyo al hospital público de Khost y, desde 2015, a cinco ambulatorios de distritos en los que los partos pasaron, de media, de 60 a 200 al mes.

 

MSF emplea a 430 afganas en Khost, incluyendo 80 matronas, y una quincena de expatriadas, muchas de ellas obstetras, de los que faltan en el país.

 

El personal médico es exclusivamente femenino, excepto por algunos anestesistas y el director del servicio de neonatología. Y es que, en el corazón del país pastún más conservador, una mujer jamás muestra su cara a un extranjero.

 

Instalarse en Khost implicó ajustarse a la mentalidad y la estricta segregación entre hombres y mujeres dictada por el pashtunwali, el código de honor en vigor, recuerda Salamat Khan Mondozai. Esta figura local respetada se encarga de las relaciones con la comunidad local y «todos los actores» de la región, incluso los más peligrosos.

 

«Nunca nos han amenazado», comenta, satisfecho.

 

 

 

 

 

 

 

 

Con información de AFP y El Clarín.

 

 

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