Para Colombia luce difícil olvidar sus largos años de guerras

Quienes pensaban que el uribismo se había debilitado en Colombia, el resultado del plebiscito demostró lo contrario. El presidente Santos arriesgó todo su capital político y lo acaba de perder, por lo que ahora debe negociar la paz bajo otras reglas

 

Frank López Ballesteros

 

Ojo Global Noticias

 

Los colombianos no creyeron en los discursos de paz y reconciliación que el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos les ofreció durante todo este tiempo.

 

Lo ocurrido el domingo, al quedar rechazado el acuerdo de paz con las FARC, es un reflejo de las dudas sobre los diálogos cimentados por el temor a la impunidad y lo injusta que es a veces la democracia cuando puede quererse algo que luce bien, pero al final la mayoría tiene la última palabra y hay que respetarlo.

 

El «No» obtuvo 50,21% de los votos frente a 49,78% de quienes apoyaban aceptar el acuerdo de paz, una diferencia de poco menos de 60.000 sufragios. Lo peor ha resultado ser la abstención, donde solo el 37% de los 35 millones de habilitados para sufragar acudió el domingo a las urnas. Una ausencia que algunos interpretan como un rotundo “No”.

 

La campaña en contra del proceso de paz estuvo timoneada por el expresidente Álvaro Uribe, quien supo capitalizar el rechazo hacia Santos y endosarlo a la consulta. Precisamente esa batalla entre dos antiguos aliados tuvo como factor de combustión la supuesta debilidad del mandatario hacia las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y todo lo que significan.

 

Como ocurrió hace seis años, cuando Santos resultó electo presidente con la votación más alta de la historia de Colombia, las encuestas le daban el triunfo a otro candidato, Antanas Mockus, y no fue hasta el día de la segunda vuelta que el hoy Jefe de Estado arrasó en la votación. El problema de los sondeos en aquel entonces no fue tanto los números, sino los errores del candidato al final de la contienda. Aquí igual.

 

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Esta fue una campaña en la que Uribe avivó los peores males de una FARC haciendo política. Peor aún, que el Secretariado –los máximos líderes de la cúpula rebelde–, resultaran libres de penas severas, incluso, sin castigo por los delitos cometidos durante casi 30 años.

 

Entonces, los propulsores del “No” hicieron del plebiscito una votación sobre la guerrilla y no sobre la paz, siendo esta la mejor forma de avivar los fantasma de un país que sigue y seguirá viendo a las FARC como el peor lastre de su historia, por más que su cúpula esté dispuesta al cambio.

 

¡Chávez no y no!
Nadie cree que un país quiera vivir toda la vida en guerra. Más cuando ha logrado salir adelante con inversión, trabajo  y miles de muertos inocentes a cuesta. Los colombianos del campo y la ciudad quieren la paz, pero como lo demuestra la historia del país cada sector la entiende de una manera.

 

Santos era consciente de que para alcanzar la paz era necesario aceptar ciertas condiciones, como amnistiar algunos delitos o implementar una justicia especial, el grave problema es que los defensores del “No” pudieron capitalizar lo que parece que Colombia no está dispuesta a perdonar, que los líderes de las FARC estén tras las rejas y sin derecho hacer política.

 

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El presidente colombiano, Juan Manuel Santos (AP)

 

Pero uno de los detonante que alimentó este rechazo, por más absurdo que le parezca algunos, era el temor de que en un corto plazo, guerrilleros devenidos en políticos impulsaran sus propuestas inspirados en el ideal “bolivariano chavista” que tanto repudio genera en Colombia. Porque sí, en ese país, una gran mayoría siente animadversión por la figura del expresidente Hugo Chávez Frías.

 

El mismo día en el que se firmó el acuerdo de paz, en Cartagena de Indias, el jefe máximo de las FARC, Rodrigo Londoño, alias “Timochenko” agradecía exultante a Hugo Chávez porque la paz se firmara ese día “por su loable apoyo”. Sus palabras fueron dinamita para los detractores del acuerdo que la usaron para azuzar que aquello era preludio de un “castrochavismo” en el poder.

 

Hay que en entender que en Colombia Uribe sigue siendo una figura de mucho poder, carismático en su estilo e influyente para lo que quiere, y su palabra es “amén” en cada uno de los sectores donde tiene seguidores.

 

La batalla entre el expresidente y Santos se agudizó desde el inicio del diálogo, y con este resultado se verá forzado a aceptar una revisión a lo pactado en La Habana, porque imponer el acuerdo dividiría más el país y no es democrático. Se hace necesario, realmente, un diálogo nacional, el asunto clave es quién pondrá las condiciones. Lo del domingo habla por sí solo.

 

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El expresidente colombiano, Álvaro Uribe (AP)

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