El espionaje cibernético es cada vez más radical

Por Ojo Global Noticias/AP

Redacción

 

La revelación de correos secretos de líderes políticos estadounidenses; el ataque selectivo a cuestas de correo de figuras del mundo artístico, o las acusaciones entre grandes potencias mundiales por el robo de información muestran que hay una batalla en el espacio digital que no mide su impacto, y en ese escenario todos los ciudadanos son vulnerables.

 

Este martes, como ejemplo, el exanalista de inteligencia Edward Snowden dijo que la revelación de software malicioso presuntamente vinculado con la agencia de espionaje estadounidense, NSA, su antiguo empleador, podría ser un mensaje del Gobierno de Rusia.

 

Expertos en seguridad informática están agitados desde que un desconocido cargó en internet un conjunto de herramientas supuestamente robado al Equation Group, un grupo de hackers que algunos vinculan con la agencia estadounidense.

 

La existencia del Equation Group salió a la luz el año pasado gracias a la firma antivirus Kaspersky Lab, que lo llamó el «Dios del ciberespionaje». Desde entonces, muchos conjeturan que el grupo tiene el respaldo de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA).

 

Mientras los expertos examinaban las herramientas, Snowden dijo a través de Twitter que la filtración era «probablemente una advertencia» de Moscú a Washington.

 

En junio de 2013, Snowden filtró a los periódicos The Washington Post y The Guardian archivos clasificados sobre los programas globales de cibervigilancia de EEUU y el Reino Unido.

 

El estadounidense escapó a Hong Kong y luego se refugió en Moscú. El 1 de agosto de 2014, recibió un permiso de residencia en Rusia por 3 años que le permite viajar por el país y salir al exterior.

 

Espionaje en maza

Por un módico precio, gobiernos que acostumbran a sofocar la disidencia con arrestos y golpizas, o que abusan de su poder de otros modos, compran software de espionaje listo para usar que les permite vigilar conversaciones telefónicas y seguir los movimientos de miles de sus ciudadanos, según una investigación.

 

Este software conocido como de «interceptación legal», disponible desde hace años para policías occidentales y agencias de espionaje, resulta ahora fácil de conseguir para gobiernos que suelen violar derechos fundamentales, salvo por una breve lista negra que incluye a Siria o Corea del Norte. Por menos de lo que cuesta un helicóptero militar, un país con pocas competencias técnicas puede comprar un potente sistema de espionaje.

 

Las redes de espionaje interno dependen de empresas como la israelí-estadounidense Verint Systems, que tiene clientes en más de 180 países. Verint también es proveedora de agencias de seguridad estadounidenses, por ejemplo para perseguir a narcotraficantes en México y Colombia.

 

El alcance y sofisticación de los productos de Verint quedaron al descubierto en documentos de Perú. Se aproximan, aunque en menor escala, a los programas de vigilancia de Estados Unidos y Reino Unido descritos en 2013 por Snowden. Esa información mostró cómo el gobierno estadounidense recopilaba registros telefónicos de millones de estadounidenses, pocos de ellos sospechosos de haber cometido delito alguno.

 

La documentación incluye manuales de capacitación, contratos, emails y recibos, y ofrece detalles hasta ahora desconocidos sobre una industria muy reservada. Verint y otras empresas similares proporcionan poca información sobre sus productos de espionaje y sus compradores.

 

En Perú, la agencia de espionaje interno del país se gastó apenas 22 millones de dólares en un paquete de Verint apenas unos meses antes de que sus actividades se vieran frenadas en seco por un escándalo de espionaje interno. La agencia de prensa AP confirmó de manera independiente ventas de estos productos en países como Australia, Brasil, México y Colombia.

 

«El status quo es totalmente inaceptable», dijo Marietje Schaake, una legisladora de la Unión Europea que propugna por una mayor supervisión. «El hecho de que este mercado prácticamente no se regule es muy inquietante».

 

Alrededor de la mitad de los acuerdos de vigilancia de Verint están en países en desarrollo, según estimaciones de analistas. Desde principios de la década de 2000, Verint y su principal competidor, Nice Systems, han vendido productos de espionaje masivo a la policía secreta de Uzbekistán y a Kazajistán, según Privacy International, un grupo activista con sede en Londres.

 

El equipo ha permitido que la policía secreta de Uzbekistán ubique y arreste con rapidez a personas que discuten información sensible por teléfono o email, indican disidentes.

 

«La principal arma de las autoridades es el temor de la gente», dijo Tulkin Karayev, un exiliado que vive en Suecia. «La libertad de discurso, libertad de expresión… todo está prohibido».

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