El Andén 17 recuerda el horror Nazi
Ojo Global Noticias/DPA
Al menos 130.000 judíos fueron transportados en la época nazi desde el territorio alemán hacia el este de Europa. En octubre de 1941 comenzaron las deportaciones sistemáticas. Uno de los primeros trenes salió del andén 17 de la estación de Grunewald, en Berlín.
Era un viaje hacia la muerte. Entre el otoño de 1941 y comienzos de 1945 sólo desde Berlín el régimen nazi envió más de 56.000 judíos a los guetos y campos de concentración en el este. La ciudad debía quedar «libre de judíos», como manifestó el jefe de propaganda de Adolf Hitler, Joseph Goebbels.
Desde 1998 el monumento conmemorativo «Andén 17» recuerda en la estación de Grunewald, en el oeste de la ciudad, la deportación sistemática efectuada desde ahí. Desde aquí se envió el 18 de octubre de 1941 el primer «transporte al este», que llevó a más de mil judíos hombres, mujeres y niños a la ciudad polaca de Lodz, al gueto «Litzmannstadt».
Alemania recordará el miércoles, un día después del 75 aniversario, a las víctimas del régimen nazi en un acto conmemorativo en la estación de tren berlinesa.
«Todos mis amigos, mis compañeros de clase, fueron deportados. 61 miembros de mi familia fueron asesinados», recuerda Horst Selbiger, de 88 años, sobre lo vivido en esa época. Él será el encargado de hablar durante el acto. Como miembro fundador de la asociación Child Survivors Deutschland informa hasta día de hoy en conferencias y debates sobre lo ocurrido.
Selbiger se acuerda de cómo en esa época cada vez más niños desaparecían de su escuela judía. Él pudo quedarse en Berlín sólo porque su madre fue considerada de raza aria. Con 14 fue obligado a hacer trabajos forzosos en una fábrica de armamento. «Entonces los niños éramos más listos que los adultos», comenta. «Sabíamos lo que pasaba».
A las personas que hace 75 años formaron el primer transporte se les prometió una vida de felicidad y hospitalidad en el gueto polaco. En realidad acabaron en un páramo abandonado, afirma Selbiger y cita el diario de Oskar Singer: «¿Alguien podrá decir a la posteridad cómo hemos vivido y padecido aquí, cuánta hambre hemos pasado y cómo hemos muerto?».
Al primer transporte le siguieron otros 183, con frecuencia con un intervalo de sólo unos pocos días entre ellos. Al principio los trenes deportaban a la gente a guetos, pero pronto fueron llevados únicamente a los campos de concentración de Theresienstadt y Auschwitz.
Para ello se expulsaba a la gente de sus pisos, se les robaba su patrimonio y se les amontonaba en un campo de acogida antes de ser llevados a pie con frecuencia durante muchos kilómetros hasta el transporte que los deportaría.
Junto a la estación en el barrio de clase alta de Grunewald, posteriormente salieron también trenes de las estaciones de Moabit y de Anhalter. La compañía nacional de ferrocarriles alemana cobraba a la comunidad judía por el transporte: cuatro céntimos por kilómetro por adulto y dos céntimos por niño.
Pasaron décadas desde el final de la segunda guerra mundial antes de que el papel de la Deutsche Reichsbahn en el Holocausto se convirtiera en centro de atención.
No fue hasta una iniciativa conjunta del entonces presidente de la empresa de ferrocarriles Heinz Dürr con el presidente del Consejo Central Judío en Alemania Ignatz Bubis cuando se llevó a cabo la inauguración del monumento en 1998 en la estación. La compañía de ferrocarriles facilitó los medios para ello.
Los arquitectos Nikolaus Hirsch, Wolfgang Lorch y Andrea Wandel colocaron a lo largo de 132 metros en ambos lados de la vía planchas de hierro fundido y en el borde del andén se puede leer la fecha de cada transporte, el número de deportados y el lugar de destino. De esta manera los visitantes se pueden hacer ellos mismos una idea de la dimensión del crimen nazi dando una vuelta por la vía.
Con el tiempo la maleza ha crecido entre la gravilla y plantas de todo tipo han encontrado allí un lugar donde arraigarse. La vegetación entre los raíles se ha dejado tal cual, informa la empresa de trenes. «Hoy en día forma parte del monumento conmemorativo y le aporta el simbolismo de que desde esta vía ya nunca saldrá un tren», agrega.